Tokio, 3 may (Prensa Latina) El próximo viernes, luna llena mediante, Buda cumplirá mil 564 años y sus más de 300 millones de seguidores en todo el mundo celebrarán por lo alto la fecha en que también alcanzó la Iluminación.
Como es usual, los países que profesan el budismo celebrarán por todo lo alto la fecha y hasta en la mismísima ONU habrá una festividad especial con la asistencia de representantes de los Estados miembros y de más de 500 líderes de esa religión.
En la solemne sesión se podrán de realce las contribuciones de esa religión a la vida espiritual y el entendimiento entre los hombres, por el bien de la paz mundial, la cooperación y el desarrollo.
Durante el Vesak, como se llama a la fecha, también se recuerdan las circunstancias en que nació, vivió y alcanzó un grado supremo de conciencia aquel a quien se considera una de las figuras señeras de la historia, junto a Jesucristo, Mahoma y otros grandes reformadores religiosos.
Sidarta Gautama vino al mundo en Lumbiní, en el actual Nepal. Según la leyenda, su madre, la reina Maia, fue fecundada por un pequeño elefante provisto de seis colmillos que hirió delicadamente su regazo sin causarle dolor.
Al nacer, el pequeño apareció ante Maia sobre un loto mientras una lluvia de pétalos caía sobre ambos. Sus primeras palabras fueron: «Triunfaré sobre el nacimiento y la muerte y venceré a todos los demonios que hostigan al ser humano».
Criado por una tía -la madre murió después del alumbramiento-, Sidarta fue alejado por su padre de toda experiencia amarga de la vida y le procuró una educación digna del rey que estaba llamado a ser.
Así vivió hasta los 29 años, cuando abandonó el hogar, a su esposa y un hijo, y sin dinero ni bienes, la cabeza rapada, ataviado con un vestido amarillo de itinerante, inició un largo peregrinar en busca de la sabiduría.
De cuatro maestros aprendió diferentes técnicas de meditación y logró altos estados de conciencia, pero en un intento por despejar sus muchas dudas y por dominar al mundo sensorial, se sometió a ayunos tan extremos que casi murió.
Decidió entonces buscar la sapiencia dentro de él y una noche de mayo con luna llena, en un lugar llamado Bodhgaya, en el estado indio de Bihar, se sentó bajo un bo o bodhi (considerado el árbol de la sabiduría), decidido a no levantarse hasta hallar a respuesta al sufrimiento.
Lo consiguió varias semanas después: ya no pesaba sobre él la ilusión del falso yo y se sintió más allá de las miserias que acosan al ser humano. Había trascendido el espacio y el tiempo, la vida y la muerte.
Alcanzado el Nirvana, Buda, a la sazón con 35 años, comenzó a recorrer mundo para señalar el camino infinito hacia la perfección y fundar lo que hoy se reconoce como una de las grandes religiones de todos los tiempos.
Un día, interrogado sobre cuánto podría vivir, el Iluminado respondió que un kalpa (un período de tiempo incontable). Las celebraciones del Vesak en este plenilunio de mayo corroborarán que aún vive.